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Barack Obama durante su discurso.
Conciudadanos, esta noche, me gustaría hablarles acerca de la inmigración.
“¿Somos una nación que echa a un inmigrante esperanzado que se esfuerza?”
Durante más de 200 años, nuestra
tradición de acoger a los inmigrantes de todo el mundo nos ha dado una
enorme ventaja sobre otras naciones. Nos ha mantenido jóvenes, dinámicos
y emprendedores. Ha modelado nuestro carácter como pueblo con
posibilidades ilimitadas, personas no atrapadas por nuestro pasado, sino
capaces de reinventarnos como queramos.
Pero hoy en día, nuestro sistema de inmigración no funciona, y todos lo saben.
Las familias que entran en
nuestro país de la manera correcta y respetan las reglas ven como otros
las incumplen. Los dueños de negocios que ofrecen a sus trabajadores
buenos salarios y beneficios ven a la competencia explotar inmigrantes
indocumentados pagándoles mucho menos. A todos nosotros nos ofende que
cualquiera se lleve todas las recompensas de vivir en Estados Unidos sin
cumplir con las responsabilidades que acarrea vivir en Estados Unidos. Y
los inmigrantes indocumentados que desesperadamente quieren abrazar
esas responsabilidades no ven más opción que permanecer en las sombras, o
arriesgarse a que sus familias se vean separadas.
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Ha sido así durante décadas. Y durante décadas, no hemos hecho mucho al respecto.
Cuando asumí el cargo, me
comprometí a arreglar este sistema de inmigración que no funciona. Y
empecé haciendo lo que pude para asegurar nuestras fronteras. Hoy en
día, contamos con más agentes y tecnología desplegados para asegurar
nuestra frontera sur que en cualquier otro momento de nuestra historia. Y
en los últimos seis años, los cruces ilegales de la frontera se han
reducido en más de la mitad. A pesar de que este verano, hubo un breve
repunte en los niños no acompañados que se aprehendieron en nuestra
frontera, el número de esos niños es ahora en realidad menor de lo que
ha sido en casi dos años. En general, el número de personas que tratan
de cruzar nuestra frontera ilegalmente está en su nivel más bajo desde
la década de los 70. Esos son los hechos.
Mientras tanto, he trabajado
con el Congreso en una solución integral, y el año pasado, 68
demócratas, republicanos e independientes se unieron para aprobar un
proyecto de ley bipartidista en el Senado. No era perfecto. Era un
compromiso, pero reflejaba el sentido común. Habría duplicado el número
de agentes de la patrulla fronteriza, mientras ofrecía a los inmigrantes
indocumentados un camino hacia la ciudadanía si pagaban una multa,
comenzaban a pagar impuestos y volvían al final de la fila. Y expertos
independientes dijeron que ello ayudaría a crecer nuestra economía y
reducir nuestro déficit.
Si la Cámara de Representantes
hubiese permitido a ese tipo de proyecto de ley una simple votación a
favor o en contra, habría sido aprobado con el apoyo de ambos partidos, y
hoy en día sería la ley. Pero durante un año y medio, los líderes
republicanos de la Cámara se han negado a permitir esa simple votación.
Sigo creyendo que la mejor
manera de resolver este problema es trabajar juntos para aprobar ese
tipo de ley de sentido común. Pero hasta que eso ocurra, hay medidas que
tengo la autoridad legal para tomar como Presidente –los mismos tipos
de medidas adoptadas por presidentes demócratas y republicanos antes que
yo- que ayudarán a que nuestro sistema de inmigración sea más justo y
más adecuado.
Esta noche, estoy anunciando esas medidas.
En primer lugar, construiremos
sobre nuestro progreso en la frontera con recursos adicionales para
nuestras fuerzas del orden público para que puedan detener el flujo de
cruces ilegales, y acelerar el retorno de aquellos que crucen.
En segundo lugar, haré que sea
más fácil y más rápido para los inmigrantes altamente cualificados,
licenciados y empresarios quedarse y contribuir a nuestra economía, como
han propuesto muchos líderes empresariales.
En tercer lugar, tomaremos
medidas para hacer frente de manera responsable a los millones de
inmigrantes indocumentados que ya viven en nuestro país.
Deseo decir algo más acerca de
este tercer asunto, ya que genera más pasión y controversia. A pesar de
que somos una nación de inmigrantes, también somos una nación de leyes.
Los trabajadores indocumentados incumplieron nuestras leyes de
inmigración, y creo que deben rendir cuentas -especialmente aquellos que
pueden ser peligrosas. Por eso, en los últimos seis años, las
deportaciones de delincuentes han aumentado hasta un 80 por ciento. Y es
por eso que vamos a seguir concentrando los recursos de aplicación del
orden público en las amenazas reales a nuestra seguridad. En los
delincuentes, no en las familias. En los criminales, no en los niños. En
los miembros de pandillas, no en una madre que está trabajando duro
para mantener a sus hijos. Daremos prioridad, como lo hace cada día la
aplicación de ley.
Pero incluso mientras nos
centramos en la deportación de criminales, el hecho es que millones de
inmigrantes -en todos los estados, de toda raza y nacionalidad- todavía
vivirán aquí ilegalmente. Y seamos honestos -rastrear, detener y
deportar a millones de personas no es realista. Cualquiera que sugiera
lo contrario no está siendo sincero. Tampoco es lo que somos como
personas que viven en Estados Unidos. Después de todo, la mayoría de
estos inmigrantes han estado aquí mucho tiempo. Trabajan duro, a menudo
en empleos difíciles y de baja remuneración. Mantienen a sus familias.
Rezan en nuestras iglesias. Muchos de sus hijos han nacido en Estados
Unidos o han pasado aquí la mayor parte de sus vidas, y sus esperanzas,
sueños y patriotismo son los mismos que los nuestros.
Como mi predecesor, el Presidente Bush, dijo hace tiempo: “Son parte de la vida de Estados Unidos”.
Ahora, la cuestión es esta:
esperamos que la gente que vive en este país siga las reglas. Esperamos
que aquellos que se meten en la fila no serán recompensados
injustamente. Así que vamos a ofrecer lo siguiente: Si usted ha estado
en Estados Unidos por más de cinco años; si tiene hijos que son
ciudadanos de EE. UU. o residentes legales; si se inscribe, se comprueba
que no tiene antecedentes penales, y está dispuesto a pagar la parte de
impuestos que le corresponde, entonces podrá pedir quedarse en este
país de manera temporal sin temor a ser deportado. Podrá salir de la
oscuridad y tener todo en regla.
De eso se trata esta
oportunidad. Ahora, aclaremos lo que no se ofrecerá. No será aplicable
para nadie que haya entrado a este país en fecha reciente. No será
aplicable para nadie que venga a Estados Unidos de manera ilegal en el
futuro. No otorga ciudadanía ni el derecho de quedarse aquí de manera
permanente ni ofrece los mismos beneficios que reciben los ciudadanos –
sólo congreso lo puede hacer. Lo único que estamos ofreciendo es no
deportarlo.
Sé que algunas personas que
critican esta medida la llaman amnistía. Sin embargo, no lo es. Amnistía
es el sistema de inmigración que tenemos hoy en día: millones de
personas que viven aquí sin pagar sus impuestos ni acatar las leyes,
mientras que los políticos utilizan este problema para asustar a la
gente y acumular votos en tiempo de elecciones.
Eso es la verdadera amnistía:
dejar este sistema que no funciona como está. Una amnistía masiva sería
injusta, pero una deportación masiva sería tanto imposible como
contraria a nuestro carácter. Lo que estoy describiendo en este momento
es responsabilidad; una estrategia con mucho sentido que alcanza un
punto medio: Si reúne las condiciones, puede salir de las sombras y
hacer todo conforme a la ley. Si es un delincuente, será deportado. Si
tiene pensado entrar a Estados Unidos de manera ilegal, acaban de
aumentar las posibilidades de que lo capturen y envíen de regreso.
Las medidas que estoy tomando
no solamente son legitimas, sino que son el tipo de medidas que cada uno
de los presidentes republicanos y demócratas ha tomado en la última
mitad del siglo. Tengo una sola respuesta para aquellos integrantes del
Congreso que cuestionan mi autoridad para lograr que nuestro sistema
migratorio funcione mejor, o cuestionan mi sensatez en actuar cuando el
Congreso no lo hizo: Aprueben un proyecto de ley. Quiero colaborar con
ambos partidos para que se apruebe una solución legislativa con mayor
permanencia. Las medidas que tomo ahora ya no serán necesarias el día en
que firme ese proyecto de ley. Mientras tanto, no permitan que un
desacuerdo en cuanto a un solo problema sea el motivo de ruptura con
respecto a todos los problemas. Así no es como funciona nuestra
democracia, y no hay duda alguna de el Congreso no debería cerrar de
nuevo nuestra administración simplemente porque no estamos de acuerdo en
esto. Las personas que viven en Estados Unidos están cansadas de que
todo se paralice. Lo que he necesita nuestro país de nosotros en este
momento es un objetivo común: un propósito superior.
La mayoría de las personas que
viven en EE. UU. apoyan los tipos de reformas de las que hemos hablado
esta noche. No obstante, entiendo la disconformidad que algunos de
ustedes en casa. Millones de nosotros, incluido yo mismo, descendemos de
familias que han estado en este país por generaciones, tenemos
ancestros que trabajaron muy duro para ser ciudadanos. De manera que no
nos gusta la noción de que cualquiera pueda obtener un pase gratis para
ser ciudadano de Estados Unidos. Sé que a algunos les preocupa que la
migración cambiará el tejido que nos caracteriza, o que habrá menos
trabajos, o que perjudicará más a las familias de clase media en un
momento en el que ya sienten que no les ha ido muy bien por más de una
década. Tengo presentes sus inquietudes. Sin embargo, estas medidas no
ocasionarán lo anterior. Nuestra historia y los hechos muestran que los
inmigrantes son una ventaja neta para nuestra economía y nuestra
sociedad. Así que creo que es importante que todos de nosotros tengamos
este debate sin poner en duda el carácter del otro.
Porque a pesar de todos los
desacuerdos en Washington, tenemos que recordar que este debate se trata
de algo más grande. Se trata de lo que somos como país, y que queremos
ser para las generaciones futuras.
¿Somos una nación que tolera la
hipocresía de un sistema en el que los trabajadores que recogen nuestra
fruta y que tienden nuestras camas nunca tienen la oportunidad de estar
bien con la ley? ¿O somos una nación que les da una oportunidad de
compensar, asumir responsabilidad, y dar un mejor futuro a sus hijos?
¿Somos una nación que acepta la
crueldad de alejar a los niños de los brazos de sus padres? ¿O somos
una nación que valora las familias, y trabaja para mantenerlos juntos?
¿Somos una nación que educa a
los mejores y más brillantes en nuestras universidades del mundo, solo
para enviarlos a casa para crear empresas en los países que compiten
contra nosotros? ¿O somos una nación que fomenta que se queden para
crear trabajos, empresas e industrias aquí en Estados Unidos?
De eso se trata este debate.
Necesitamos algo más que política cuando se trata de la inmigración;
necesitamos debate congruente, reflexivo y compasivo que se enfoca en
nuestras esperanzas, no nuestros miedos.
Sé que la política de este tema
conlleva varias dificultades. Pero permítanme decirles por qué he
llegado a sentirme tan fuertemente sobre este tema. En los últimos años,
he visto la determinación de los padres inmigrantes que trabajaban dos o
tres trabajos, sin recibir ni un centavo del gobierno, y en de riesgo
en todo momento de perderlo todo, solo para construir una mejor vida
para sus hijos. He visto la angustia y la ansiedad de los niños cuyas
madres podrían ser alejadas de ellos por no tener la documentación
adecuada. He visto la valentía de los estudiantes que, a excepción de
las circunstancias de su nacimiento, son tan estadounidense como Malia o
Sasha, valientemente salen como indocumentados con la esperanza de
poder hacer una diferencia en un país que aman. Estas personas, nuestros
vecinos, nuestros compañeros, nuestros amigos, no vinieron aquí de
oportunistas o para obtener una vida fácil. Ellos vinieron a trabajar,
estudiar, y servir en nuestras fuerzas armadas, y sobre todo,
contribuyen al éxito de Estados Unidos.
Mañana, viajaré a Las Vegas y
me reuniré con algunos de estos estudiantes, incluyendo una joven mujer
llamada Astrid Silva. A Astrid la trajeron a Estados Unidos cuando tenía
cuatro años de edad. Sus únicas posesiones eran una cruz, su muñeca y
el vestidos con volantes que llevaba puesto – un vestido que su madre ha
hecho. Cuando comenzó la escuela, no hablaba nada de inglés. Para
ponerse al nivel de los otros niños, ella leía el periódico y miraba
PBS; y así se convirtió en una buena estudiante. Su padre trabajaba como
jardinero. Su madre limpiaba la casa de otras personas. Ellos no la
dejaban presentar a Astrid una solicitud para ingresar a una escuela
magnet de tecnología por temor a que los trámites revelaran que ella era
una inmigrante indocumentada; por lo que ella presentó la solicitud a
espaldas de sus padres e ingresó. Sin embargo, ella generalmente vivió
en las sombras, hasta que su abuela, quien venía de visita todos los
años desde México, falleció y ella no pudo viajar al funeral sin el
riesgo de ser descubierta y deportada. Fue en ese momento que decidió
abogar por ella misma y por otros como ella; y hoy Astrid Silva está un
estudiante de colegio trabajando para obtener su tercer título.
¿Somos una nación que echa a un
inmigrante esperanzado que se esfuerza como Astrid o somos una nación
que encuentra una manera de darle la bienvenida?
Las Escrituras nos dicen que no
debemos oprimir al inmigrante, porque conocemos el corazón de un
inmigrante, ya que una vez fuimos inmigrantes.
Mis conciudadanos, nosotros
somos y siempre seremos una nación de inmigrantes. Nosotros también una
vez fuimos inmigrantes. Y si nuestros antepasados fueron inmigrantes que
cruzaron el Atlántico, o el Pacífico o el Río Grande, simplemente
estamos aquí porque este país les dio la bienvenida y les enseñó que ser
estadounidense va más allá de cómo nos vemos o de nuestros apellidos o
qué religión que practicamos. Lo que nos hace estadounidenses es nuestro
compromiso compartido de un ideal; que todos somos creados iguales, y
que todos tenemos la oportunidad de hacer de nuestra vida lo que
deseamos.
Ese es el país que nuestros
padres, abuelos y generaciones antes que ellos construyeron para
nosotros. Esa es la tradición que debemos mantener. Esa es la herencia
que debemos dejar para los que están por venir.
Gracias, que Dios los bendiga y que Dios bendiga a este país que tanto amamos.
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